Capilla nació en un pueblecito de Granada pero se crió en Sevilla. Con 20 años se casó con Pepe y en 1962 se fueron Suiza, donde vivieron seis años para después establecerse en Sevilla. Ha vivido en distintos barrios, primero El Cerro del Águila, después Triana y actualmente Nervión. Tiene tres hijos, Jose, David y Virginia, y una nieta, Carmen.
Capilla recuerda sus años de juventud como años de baile, ella lo define como “años de bailonga total”. Su pandilla se reunía todos los fines de semana en torno a un picú y bailaban. “Nosotros no íbamos al cine, nosotros bailábamos. Mambo, rock&roll, bolero, twist, pasodoble…baile agarrao”. Durante un tiempo bailaron en una piscina abandonada, bajaban por la escalerita y allí hacían el “picú”.
A Suiza emigraron con el objetivo de ahorrar y construirse una casa en un terreno que tenía Pepe heredado de su familia. Vivieron en la parte alemana, “la más fría en todos los aspectos”. Trabajaba en una fábrica diez horas al día, no era un trabajo duro pero sí de mucha dedicación. Capilla lloró cuando de fue de España pero también cuando volvió de Suiza, porque allí hicieron amigos, aprendió italiano gracias a sus compañeras de trabajo y vivieron años felices, pero el objetivo era volver con dinero suficiente para la casita y los muebles, así que cuando lo consiguieron, volvieron. En Suiza escuchó mucha canción italiana, eran los tiempos de Eurovisión y había un club español en el que el pasodoble era el baile por antonomasia.
Para Capilla la música es esencial. Se recuerda a sí misma haciendo las faenas de la casa con música y en sus años de juventud bailando de picú en picú. En su casa siempre se ha escuchado música, desde copla hasta cantautores y sus tres hijos tocan instrumentos. Ahora escucha música en un aparatito con un pen drive.
En el Centro de adultos Juan XXIII, al que acude desde hace más de 25 años, se nutre de historia, literatura y arte. Allí ha hecho muy buenas amigas y juntas van a conciertos de música clásica y visitan exposiciones.