Nació en un pequeño pueblo cerca de Amberes (Bélgica) en 1940. Ha vivido en Copenhague y en Madrid y, desde 1968, en Sevilla. Tiene tres hijas y cuatro nietos. Ha sido profesora de idiomas en el colegio Aljarafe del que guarda muy buen recuerdo y realizado trabajos de traducción e interpretación.

De niña en su casa había discos antiguos de música clásica pero sobre todo se escuchaba la radio. Recuerda que los domingos iban a las representaciones teatrales de su pueblo donde los niños y niñas cantaban con la directora del teatro vestida de campesina.

No recuerda haber ido a conciertos en Bélgica, pues en aquella época era una actividad de lujo pero todos los 1º de año escuchaba en la radio el concierto de Viena. El vals le resulta la máxima expresión del ser humano.

En España recuerda las reuniones de amigos con guitarra en la época de la canción contestataria española e internacional. Dice que para que le entre el flamenco tiene que tomar un buen tinto y unas aceitunas, le llega más el fado portugués.

Herta considera que la voz es el instrumento más emocional. A sus alumnos les enseñaba canciones para que aprendieran inglés y cantaba a sus nietos cuando estaban en casa; tiene una canción para cada uno de ellos.

Puede tener música de fondo para distraerse mientras realiza otras tareas o va en bici pero si es buena música necesita estar sentada escuchando, entendiendo la letra y disfrutando. A la música le pide que le llegue, da igual el compositor y la conecta con la naturaleza, que para ella es la expresión del deseo de equilibrio que hay en el fondo de cada ser humano. Pertenece a un club de lectura y practica yoga.